Las dos muertes de Maximiliano Albanese: un disparo, un llamado y una fuga a Brasil

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El joven tenía 17 años cuando fue asesinado por un policía en La Plata en 1990. El efectivo se fue a otro país. Un llamado telefónico en 2006 reactivó la causa, que finalmente prescribió sin una condena.

“Lamento mucho haberle arruinado la vida. Ahora sé lo que es tener hijos y no me imagino cómo sería vivir sin ellos”, escuchó Alicia de una voz dubitativa desde el otro lado del teléfono, aquel 27 de marzo de 2006, minutos antes de la cena. El breve diálogo que siguió a ese llamado fue el disparador para reabrir, más de quince años después, el doloroso crimen de su hijo, Maximiliano Albanese, en la puerta de un baile en un centro de estudiantes en La Plata. La muerte del joven de 17 años, en manos de un efectivo de la comisaría de Berisso, no solo fue el inicio del camino de lo que después se conoció como la “Maldita Policía”, sino que dejó una fuerte huella ya que su culpable nunca terminó tras las rejas. Todo lo contrario, se fugó a Brasil.

Cuando el 3 de junio de 1990 Maximiliano y dos amigos estaban esperando para entrar a una fiesta en el Centro de Estudiantes de Chubut, en las calles 3 y 48, tres personas se acercaron a ellos y los interrogaron de mala manera. Uno de esos hombres, Héctor Oscar Ferrero, numerario de la comisaría 3° de Berisso, se presentó como policía y les pidió sus documentos.

“Maxi”, que solo tenía el certificado del trámite de renovación del DNI, fue llevado a fuerza de golpes por Ferrero a metros de allí, mientras que los dos amigos se quedaron bajo control de los cómplices del policía: Carlos Navarro y Fabio Nievas. Arrodillado, indefenso, el joven recibió un disparo en la nuca.

Ferrero y Navarro, salieron corriendo, subieron a un taxi y se alejaron del lugar. Nievas intentó lo mismo segundos después del estruendo mortal, pero fue alcanzado en principio por los amigos de Maximiliano. Tras forcejear con ellos, también se subió a un taxi y se perdió en la oscura noche platense. Malherido, el adolescente fue llevado al hospital San Martín, donde murió cerca de las 3 de la madrugada.

Idas y vueltas

Los amigos de la víctima, algunos testigos y el testimonio de uno de los taxistas fueron clave para dar con esta banda, que se dedicaba a quedarse con objetos de valor de jóvenes en sus recorridas nocturnas por las puertas de boliches. En su casa de Berisso, Ferrero fue detenido, entregó su arma y dijo que se le había escapado el tiro cuando quiso evitar que el joven se escapara.

El caso tuvo en la Justicia muchas idas y vueltas. Diferentes jueces entendieron que se trató de un crimen, aunque hubo otras visiones que favorecieron al principal acusado. Los tres acusados estuvieron siete meses presos, pero un cambio en la carátula alivianó los cargos: se pasó de “homicidio” a “homicidio culposo”.

¿Cuál era el argumento? Que la pistola reglamentaria tenía un defecto en el gatillo y que Ferrero era inexperto en el manejo de armas. La Cámara de Apelaciones de La Plata “compró” el argumento de una supuesta imprudencia pese a los testimonios que confirmaban que había sido asesinado a sangre fría. Con todos en libertad, los cómplices fueron sobreseídos provisoriamente en 1991 y Ferrero aprovechó para desaparecer.

Las marchas por la ciudad solo alcanzaron para mantener vivo el recuerdo de Maxi. Pero no mucho más. Tras un letargo, recién un cambio de juez activó la causa hacia fines del milenio pasado. Allí, la nueva magistrada encontró que Ferrero se había incorporado a la fuerza tres años antes que el homicidio. Es decir, tenía experiencia. Además, había tenido un paso por la Armada, entre 1982 y 1985, donde había recibido instrucción en armamentos. Pero en ese año 85 fue separado en la fuerza tras un sumario disciplinario labrado por el capitán Ricardo Albanese. Mismo apellido que el joven asesinado, pero ningún parentesco. ¿Lo sacó de eje ver ese apellido en el papel que le mostró Maximiliano? Fue una de las hipótesis, aunque difícil de comprobar.

Escape y final

La jueza Isabel Martiarena recaratuló el caso como “agravado por alevosía” y pidió la captura del hombre. Lo buscaron por Tucumán y en otras provincias del norte del país, pero no podían dar con él. Como si algún contacto le anticipara los movimientos de la Justicia.

Recién en 2006, el llamado a la casa de Alicia despertó la causa. Allí, aquella voz que no se identificó con nombre ni apellido, contó cómo taparon todo, que había sido limado el gatillo del arma para favorecer el peritaje, y dio detalles que solo quienes estuvieron esa noche en el lugar podrían saber. Además, lo ubicó a Ferrero en Brasil. Aunque nunca se supo, se creyó que ese llamado desde un teléfono público había sido hecho por Nievas o Navarro.

Tras intervenir un teléfono de un familiar en La Plata, encontraron al prófugo en San Pablo, la populosa ciudad brasilera de 12 millones de habitantes. La Justicia logró que lo detuvieran en un taller mecánico de motos donde trabajaba.

Sin embargo, como se habían cumplido 15 años del hecho, la prescripción del caso urgía a la jueza. Y fue en ese mismo 2006 que la Cámara Penal de La Plata dispuso archivar la causa contra el expolicía de 40 años y ordenó la revocatoria de la detención. Ese día, a Maxi lo volvieron a matar.

El asesinato de Maximiliano Albanese fue el inicio de una serie de episodios de brutalidad policial, de abusos de funciones y de graves hechos de corrupción. Para Ferrero fue “gratis” haber disparado aquella triste noche la Browning 9 milímetros. Aunque su apellido quedará grabado en las peores páginas de la fuerza policial bonaerense. (DIB)