Por: Jorge "Alemán" Azpiroz
Elogio necesario de la buena rutina
Renegamos de la rutina…nos hemos acostumbrado a situarla en lo dañino de nuestras vidas, pero como en casi todas las cosas hay varias acepciones que determinan su intención. No en vano celebramos la cotidiana mesa, no por nada disfrutamos aún a los Beatles, a Vivaldi y a Heraldo Orozco que nos enseñó que si uno […]
Renegamos de la rutina…nos hemos acostumbrado a situarla en lo dañino de nuestras vidas, pero como en casi todas las cosas hay varias acepciones que determinan su intención. No en vano celebramos la cotidiana mesa, no por nada disfrutamos aún a los Beatles, a Vivaldi y a Heraldo Orozco que nos enseñó que si uno hace lo que ama, la rutina puede ser una maravillosa concatenación de emociones que vale la pena vivir.
Un personaje del conurbano, cuando un paupérrimo periodista intentó mofarse preguntándole que era la vida le contesto: “bueno…la vida…la vida es una sucesión de asados”…brillante y filosófica respuesta que muestra que la rutina es mala si uno es el “arrutinado”. Andá a preguntarle al cóndor si odia las alturas por repetitivas, andá a consultar al enamorado por la cotidianeidad de los besos y la desnudez de los abrazos…andá a contarle a cualquiera que el amor al hijo no es para siempre, decile a esos padres que no deben seguir esperando a esos hijos perdidos…
Creo que la buena rutina es necesaria para todos…Acaso no queremos cuando encontramos la armonía que no desaparezca, como sucederá… ¿quien quiere que de las fotos se vayan los personajes amados? ¿No quisiéramos a veces eternizar los buenos momentos…de por vida?..
La rutina perseverante
Evidentemente el hombre dejó su periplo nómade para buscar la “habitualidad” con las cosas que le aseguraban un mejor sustento, una cierta armonía. Forjó ciudades, industrializó su entorno, sembró, edificó y culturizó cada lugar con sus hábitos y tradiciones. Que el abuso y la falta de equilibrio con la naturaleza hayan creado numerosos males modernos, no tapa el avance que logró la humanidad en cientos de áreas que – en comunidad- y a través de rutinas necesarias para su conservación han mejorado en parte su cosmogonía a través de los siglos.
Ya Descartes con su famoso “cogito ergo sum” defendía la maravillosa rutina de pensar antes de existir, que sería de Sócrates sin sus dudas habituales, de Leonardo Da Vinci si no hubiera insistido en crear cada día como si fuera el último, seguramente Einstein, Milstein, Leloir o Favaloro repetían hasta el cansancio la persistencia del trabajo para conseguir el beneficio final… un buen artista es el que escucha cotidianamente a su corazón pero ejercita diariamente sobre ese don recibido.
Ni que hablar de la rutina sencilla de las comidas, de la mesa entregada a la familiaridad, la constante vocación de los niños por el juego, incansables en la repetición de las amistades y las risas.
¿No será que llamamos rutina a la repetición de hábitos dañinos?… porque sentenciamos que el que no cambia casi nunca, es rutinario ¿ y el que cambia siempre… su rutina sería el cambio permanente?
Entonces tal vez lo importante no serían los movimientos, los lugares ni los cambios, sino el disfrute que cada situación nos produce, por lo tanto mientras estemos en armonía poco importa si es haciendo algo no habitual constantemente o haciendo siempre lo mismo que nos apasiona.
No volvemos rutinarios en el peor sentido de la palabra cuando la vida nos pasa por el costado, cuando nos volvemos extraños de nosotros mismos y perdemos de vista las cosas que nos alegran.
Y las más de las veces confundimos la rutina con el hartazgo, que no necesariamente necesita repetición.
Repitentes de lo positivo
Entonces reconozcamos que repetimos insensatamente que la rutina es algo negativo cuando a vista está que –como la vida- no tiene un solo lado y solo es virtuosa o nefasta según lo que hagamos nosotros con ella, o sea si le ponemos actitud, la rutina también puede convertirse en “buena costumbre” o “tradición” o “cultura”, insistir en la repetición por disfrute de los buenos momentos y en el uso y abuso que hagamos del tiempo y lo que tratamos de poner en él para que se nos vuelva un poco aliado.
Como la vida es cal y arena, todos somos presa – según las circunstancias- de buenas y malas rutinas, nadie está exento de sentirse a veces gris y otras eterno y multicolor. Pero, echar mano a las buenas rutinas suele mejorarnos el alma… una buena lectura, esa ceremonia compartida de encontrarnos con ese amigo de siempre, esa rutina genial de nueve meses… esa vieja zamba que todos conocemos y entonamos entonados.
Es que estamos rodeados de buenas rutinas que nos ayudan a ser un poco más coherentes con lo que nos gustaría ser… Tal vez la coherencia sea ser la repetición y la búsqueda virtuosa de lo que uno ansía ser, para serlo realmente. La madre de Facundo Cabral luego de varios años le dijo algo así: .”Ahora sí me gustas como artista…lo que decís en tus canciones se está pareciendo a lo que sos”… la construcción de uno mismo exige de repetir hasta que se haga carne, costumbre, lo que nos hace “ser” y no parecer… cuanto más llenos estemos de identidad más auténticos seremos….
Suena difícil y la vida –con sus desaires- no te la hace fácil, pero estoy cada día más convencido que nunca estamos más vivos que cuando almacenamos dentro nuestro la cantidad necesaria de vida, a la que podemos echar mano cuando la taba cae mala… porque todavía tenemos la sana costumbre – ya que estamos acá- de insistir, gracias a las buenas rutinas con la cotidiana, diaria y constante necesidad de vivir la vida.